Hagamos un breve y momentáneo viaje hacia el futuro. Imaginemos que ya somos abuelos/as y nos disponemos a contar las batallitas que hemos vivido durante nuestra vida a nuestros nietos. ¿Por dónde empezarías? ¿Contándoles cómo dos aviones impactaron en las Torres Gemelas cambiando desde entonces el mundo? ¿La pandemia que sufrimos por COVID y cómo tuvimos que estar dos meses encerrados en casa? ¿Tal vez contar algo nunca creías que ibas a ver en España como es la erupción de un volcán? ¿O quizás la temida III Guerra Mundial y la actual amenaza nuclear?
Esta sucesión de acontecimientos tan excepcionales y sucedidos en el tiempo de una forma tan rápida definen a la perfección lo que es un entorno VUCA. Ahora bien, ¿qué es eso de VUCA? Se trata de un acrónimo de origen inglés donde la V significa ‘volatilidad’, la U incertidumbre (uncertainty en inglés), la C complejidad y la A ambigüedad.
Un entorno VUCA es por lo tanto un entorno en constante cambio y donde una pequeña acción, por pequeña que parezca, puede repercutir en importantes consecuencias. Lo que hoy está vigente, mañana puede no estar. Lo que hoy es negro, mañana puede ser blanco. O incluso sin esperar al mañana, durante el mismo día. Por lo tanto, es un entorno donde apenas tiene cabida la comodidad, la estabilidad y el inmovilismo.
El ámbito laboral tampoco se escapa del entorno VUCA, ni mucho menos. Hoy el mundo está más globalizado e hiperconectado que nunca y las empresas de forma directa o indirecta trabajan en multitud de países, y lo que sucede en una parte del mundo aunque se encuentre a miles de kms, es muy probable que de una forma u otra acabe repercutiendo en nuestra empresa. Utilizando un símil, un pequeño aleteo de una mariposa en la otra parte del mundo puede provocar un auténtico huracán en el lado opuesto del globo terráqueo. Por ello, las empresas se encuentran expuestas a constantes vaivenes, inflación/deflacción de los mercados, fusiones entre empresas, cambios de Dirección, crisis en determinados sectores… en definitiva, cambios que pueden terminar afectando al bienestar emocional del trabajador.
Y es que se puede decir que un entorno VUCA va en contra de la naturaleza del ser humano. Un ser que no está preparado para vivir en un constante cambio pues lleva varios milenios (desde la prehistoria) luchando por encontrar estabilidad y confort. El cambio no deja de ser algo que nos da miedo, a veces mucho miedo. Miedo a lo desconocido, a lo novedoso. Miedo a la incertidumbre que nos genera el cambio.
Así pues, no es de extrañar que el bienestar emocional de un trabajador pueda verse comprometido ante la posibilidad de que, de repente, estemos inmersos en un cambio que se escapara a nuestra voluntad. Puede ser un cambio de departamento, un cambio de nuestros jefes o compañeros, introducción de nuevas líneas de negocio, cambios en la forma de realizar una tarea… en general, algo que cambia la forma en cómo hacíamos, trabajábamos o incluso pensábamos hasta ese momento.
Cada persona es un mundo e influyen muchos factores en cómo cada uno encajamos los cambios. Nuestro propio carácter, nuestro entorno, la autoestima, la confianza en uno mismo, experiencias previas que hayamos tenido ante cambios y cómo nos influyeron… Todos ellos, de una manera u otra, se encuentran presentes cuando nos enfrentamos a un cambio y si termina por ocasionar un perjuicio negativo sobre nosotros mismos, es necesario luchar por imponernos y abandonar la nostalgia que supone a veces trasladarnos de una situación a otra.
Teniendo esto en cuenta, una persona puede adaptarse sin mayor perjuicio al cambio pero, sin embargo, otro tipo de personas pueden sufrir trastornos como ansiedad, nerviosismo, depresión, irritabilidad, insomnio, melancolía, frustración o sentimiento de exclusión, entre otros.
Una vez que parece que no nos queda más remedio que convivir con un entorno VUCA, ¿podemos aprender a gestionar el cambio? ¿Cómo lo podemos encajar sin que nuestro bienestar emocional se resienta?
Primero habría que comenzar por hacer una labor de autoconocerse mejor. ¿Por qué el cambio te genera miedo? ¿Es por una falta de confianza en ti? ¿Por un cambio anterior que te llevó a una mala experiencia? ¿O simplemente es una cuestión de pereza y de llevar mucho tiempo acomodado? Identificar estas cuestiones te ayudará mucho a reconocer el problema sobre el que debes trabajar.
Comparte tu inquietud, busca apoyo. Hoy en día pocas personas se libran de sufrir cambios tanto en su vida personal como profesional por lo que hablar con ellas y que te aconsejen sobre su experiencia puede ayudarte a asimilar mejor la situación. Es importante que no te cierres en ti mismo sino que mantengas una actitud abierta y de escucha.
Empodérate. Todos tenemos una voz interior muy dañina. Una voz que muchas veces es cruel y que hace decirnos a nosotros mismos cosas que no diríamos ni a nuestro mejor amigo ante la misma situación. Esa voz tiende a hacernos creer que somos menos capaces de lo que realmente podemos alcanzar, nos empequeñece y nos crea inseguridades. Tenemos que desatender a esa voz y cuando seamos conscientes de que nos está hablando hacer todo lo posible por no escucharla. Es el momento de empoderarte, de sentirte grande y de pensar que ante esa ola del cambio que ves venir no te va a arrastrar sino que te vas a subir a la ola y vas a surfear sobre ella.
Sé flexible. Tu actitud en cómo encaras un cambio es fundamental para asimilarlo de la mejor manera posible. Tu actitud debe ser similar al de una caña de bambú, que se dobla ante fuertes vientos pero no termina por romperse. Esa actitud flexible facilitará enormemente tu adaptación a la nueva situación, todo lo contrario a si mantienes una rigidez de pensamientos, estancamiento e inmovilismo.
Haz un trabajo de anticipación. El cambio nos pillará menos desprevenidos si antes hemos hecho un trabajo de aceptación del cambio. Es el momento de convencerte de que nada es para siempre y todo puede cambiar. Puedes hacer pequeños cambios en tu vida que te hagan salir de la zona de confort y te hagan enfrentarte a pequeños cambios. Por ejemplo, empezar un nuevo hobby, una actividad que te supone un reto, cambiar cada día la forma en cómo vas al trabajo o replantearte cambiar ciertos hábitos adquiridos que hacías de forma rutinaria. Estar acostumbrado a estos pequeños cambios te harán tener una actitud activa ante cambios más profundos que puedan suceder y, como sucede en cualquier ejercicio, un buen entrenamiento te hará estar mejor preparado ante retos mayores.
Y fundamental, mantén una actitud positiva. La mayoría de las veces nos preocupamos por situaciones que al final nunca llegan a suceder o, al menos, no son tan malas como imaginamos. Reflexiona sobre las consecuencias positivas y negativas que ese cambio puede suponer en tu vida, ¿qué es lo peor que puede pasar? ¿Es realmente tan negativo o tú lo estás imaginando excesivamente negativo? ¿Hay algo que puedas hacer para evitar o minimizar el impacto negativo que supone ese cambio? Y la gran pregunta, ¿qué harías si no tuvieras miedo?
Y por último aprovecha para aprender. Tómate el cambio como una oportunidad. Seguro que el cambio te aporta algo nuevo que vas desconocías hasta ese momento. Un ámbito que no habías explorado hasta ahora, una nueva forma de hacer las cosas o nuevas relaciones profesionales en tu ámbito laboral. Se trata por tanto de desaprender para volver a aprender y por supuesto alejar ese pensamiento de que cualquier tiempo pasado fue mejor, sino que simplemente es diferente.
Para acabar, si me permites, déjame que te recomiende un libro. Es posible que ya lo conozcas pues es un libro que se editó hace ya algunos años pero que sus reflexiones acerca de la aceptación del cambio continúan plenamente vigentes a día de hoy. Se trata de la fábula ‘¿Quién se ha llevado mi queso?’ cuyo autor es Spencer Jonhson.
Deja una respuesta